Me encuentro desde
hace unos días en las cercanías de Mérida, una provincia de
Extremadura, cuya ciudad lleva el mismo nombre, una larga historia y
la capitalidad administrativa de la comunidad extremeña.
Rotura del tanque de aceite.Reunión de mecánicos |
He ido de sorpresa
en sorpresa desde que salí de Mairena del Alcor, en Sevilla, que
forma parte de otra comunidad, Andalucía. Tiro un poco hacia el
norte, con la intención de adentrarme posteriormente en el país
vecino, Portugal.
El motocarro ha ido
como en sus mejores tiempos, excepto en las subidas, donde el peso
extra se nota. De modo que intento no entrar por sitios donde
desembocas inevitablemente en autovías, algo que suele ocurrirme a
menudo, porque han aprovechado las carreteras nacionales para hacer
autovías o autopistas, y eso me pone nervioso.
DESDE ANDALUCÍA A
EXTREMADURA
La causa del
nerviosismo es que, a pesar de poder circular libremente por
autovías, (que no por autopistas, más veloces y prohibidas ), es
que mi vehículo no deja de ser una moto...y además, muy lento,
donde solo puedo ver por los espejos retrovisores laterales lo que
ocurre detrás mio.
, y recuerdo las
indicaciones ; “ceñirse al arcén, permitiendo en todo momento el
mejor funcionamiento del tráfico “.
Tal cual. Me pego a
la derecha, aviso con luces a los demás para que no me atropellen y
presten atención , y me pasan zumbando.
Pero considero que
es peligroso, para mí y los demás. Nunca falta un despistado que
venga a 120 y no se de cuenta de tu poca velocidad. Resultado:
quedaremos empotrados y listos para ir al hospital o al cementerio. Y
todavía no tengo ganas de eso, especialmente de lo segundo.
De manera que
intento encontrar rutas alternativas, carreteras nacionales,
comarcales e incluso vías de servicio, los antiguos caminos de la
región, hoy muy en desuso.
No siempre los
encuentro, y tengo que hacer rodeos, me pierdo, me encuentro de
repente en lugares donde había cruzado, y cosas por el estilo. Parte
es culpa de un despiste, de una mala información o de antiguos
carteles que pregonan que allí existe una vía que no es tal.
El tío Google me ha
salvado de muchas, pero también me ha metido en enredos de los que
no podía salir. Llevo ya unos 5.000 kilómetros andados y hay
anécdotas para todo.
Pero hablaba
anteriormente de las sorpresas.
La primera, es que
encontré una ruta nacional ni bien salí de Mairena, en muy buenas
condiciones. Fiel a mis desplazamientos, el día anterior había
marcado las principales poblaciones del trayecto, más de 200
kilómetros, y me iba ciñendo al plan de viaje.
Esperaba hacer noche
a mitad del camino. Elegí primero Monesterio, una ciudad interesante
para visitar, pero luego cambié el recorrido y me decanté por
Zafra, más cercana a mi destino final.
Entrada a Zafra |
De modo y manera que
salí después de la despedida húmeda y más o menos dolorosa como
ocurre cada vez que dejas unos casi amigos después de pasar un
tiempo en el día a día con alguien que piensa más o menos como tú.
El manejarse entre personas respetuosas por el medio ambiente tiene
esas cosas. Una comunicación más fluida, un conocimiento común,
una defensa férrea de valores de apoyo a la Naturaleza, hace que a
poco de encontrarte con nuevos agricultores te sientas como en casa.
E irte de casa
cuesta bastante...y en mi caso conviene hacerlo más o menos a la
francesa. Silenciosamente, rápida, para evitar pensar que quizás no
vuelvas a verles, aunque mantengas comunicación con ellos a través
de las redes sociales...pero que ya no será lo mismo.
Elijo generalmente
horas tempranas de la mañana, para evitar horas punta de tráfico,
sentir el frescor de la mañana y aprovechar las horas del día.
Viajar en motocarro no es ni parecido lo que ocurre a bordo de otro
vehículo. La velocidad no cuenta, y 200 kilómetros puede acarrear
no las dos horas de autopista que transcurren como en un suspiro si
viajas en un coche a velocidad constante, sino que pueden ser un día
completo, o en mi caso dos. El trayecto se hace por rutas secundarias
en lo posible a una velocidad de entre 30 y 50 kilómetros, y en mi
caso particular más a la primera velocidad. Allí es donde se
encuentra la gran diferencia. Surgen pueblos por los que atraviesa la
carretera, donde te obligan mediante unos infames pasos sobre
elevados, la mayoría ilegales porque sobrepasan los 10
centímetros reglamentarios, a frenar más o menos violentamente, y
saltar como loco. Así quedarán los amortiguadores, que en mi caso
no son geniales ni mucho menos.
Pero parece que les
encanta amontonar cemento en medio de la calle, formando una
montañita no siempre discreta. Existen las bandas sonoras, mas
amables e igual de efectivas, pero el cemento les chifla. Y amontonan
una larga hilera cementera de parte a parte, sin preocuparse mucho
de como suben y bajan los vehículos.
Es mas : creo que
hay un punto de sadismo en esa acción. Porque sino, no entiendo como
no se preocupan mucho de hacer desniveles apropiados para que escales
y desciendas.
En fin...que no
quisiera saber los centenares de veces que subí y bajé, brinqué y
me tambaleé con el motocarro...y lo que te rondaré, morena.
LLEGANDO A MERIDA
Me puse en contacto
con Rafa, uno de los socios del lugar donde iba. Había hecho un buen
desayuno, con mi café con leche (en vaso y leche muy caliente, por
favor), y una “media”. Es decir, una tostada con tomate, un buen
chorreón de aceite de oliva virgen y sal….una verdadera delicia si
el pan es bueno.
Me dijo que hasta la
tarde no habría nadie en la granja, de modo que me tomé el resto
del día en plan turismo. Me encanta el ir mirando el paisaje,
detenerme en sitios deliciosos, absorber el paisaje circundante y
perderme en esos horizontes lejanos. España es en ese sentido un
verdadero vergel.
Arcos romanos a la entrada de Mérida |
Los paisajes cambian
de lugar en lugar, ahora poblado, ahora rural, ahora un bosquecillo,
ahora un desierto, allí un espejo de agua, acullá un valle que se
pierde en zonas boscosas. Aquí salta un conejo, allí se esconde
algo oscuro y veloz, ahora admiro un buen amanecer, mi vista se
pierde un momento entre las nubes caprichosas y lejanas, la mirada
como la de un niño que descubre una y otra vez cosas nuevas e
interesantes.
Entro en la ciudad
de Mérida, que siempre me ha parecido digna de conocer desde la
distancia...y no me equivoco. Por aquí y allá aparecen restos
romanos, mozárabes, piedra sobre piedra, que hablan de
civilizaciones extintas pero siempre presentes.
Muchos parques,
mucho verde, junto al Guadiana, que discurre caudaloso y lento por
allí. Los puentes comunican ambas orillas y mi carromato sube y
baja, sale y entra, en busca de
un nuevo destino.
Que será motivo de
otra historia...o no..