Paisaje desde la furgoneta, cercana al cortijo |
He dejado el motocarro aparcado de cualquier manera en un pueblo llamado Guadix, famoso sobre todo por sus casas-cuevas. Por fuera, parecen casas normales, con una entrada, tejas sobre el techo, pintadas de blanco, ese tipo de detalles. Pero se va internando en la piedra caliza, siguiendo cuevas que se van horadando poco a poco. Consiguen así una temperatura similar en invierno y en verano, ahorro de calefacción y refrigeración, comodidad y confort solamente cavando un poco...bastante , que no será facil.
En el cortijo Aloe Vera había una cueva pequeña, una especie de doble habitación, y ya me dijeron lo que costó hacerlo.
Pues bien, el caso es que el motocarro salió, se quedó, volví, lo pusieron a punto, volví a salir y se negaba a subir cuestas, que en el camino elegido eran bastantes. De modo que decidí irme a Granada en autobús, donde quedé con los dueños del cortijo El Manzano, el próximo sitio a visitar, para encontrarnos.
Vista parcial del cortijo. La ventana verde mi habitación |
Hicimos noche en Granada, oportunidad que aproveché para salir con mis amigos, y luego a dormir hasta la mañana siguiente. Allí me subí a una de las furgonetas Citroen que tienen, y me llevaron hasta el cortijo, a unos 50 kms. de Granada capital, montaña arriba.
Aparecimos de tarde, y el lugar se me antojaba precioso, con unas vistas estupendas, sobre todo de olivares que subían y bajaban lomas, praderas con cereales y caminos bastante estropeados, que parece ser una tónica general por estos lares. Sobre todo cuando son carreteras comarcales, o de segundo orden.
Pero sorteando baches y mirando el paisaje, charlando para conocernos con Rafa y Alberto, dos de los integrantes den grupo del cortijo, el viaje se me antojó muy corto,
Cuando finalmente
llegamos al cortijo, no dejaba de asombrarme el paisaje circundante.
Verde, plantas y verdes, más verde, más plantas, muchos olivos.
Caminos vecinales, comarcales y mucho barro. El día se preparaba
para llover. Estaba anunciado un cambio en el buen tiempo del que
gozábamos hasta el momento, y por la tarde empezo la lluvia.
Musha alimaña suelta por aquí |
Para ese entonces ya
estaba instalado en el lugar. Me había decido a pedir destino como
voluntario en ese cortijo, porque tenían un montón de cabras y
fabricaban sus propios quesos. Por cierto de mucha calidad, lo que
les valió en 2013 el Premio Nacional de la industria quesera a un
tipo de producto que ellos denominan “torta”. Exquisito, por
cierto.
La palabra “UTOPIA”
se destaca claramente en una loma cercana, hecha con un tractor y de
una altura de varios metros, que seguramente el satélite de Google
podría captar perfectamente. Hay reparto de trabajo, varias personas
fijas y algunos voluntarios que van y vienen, sirviendo de comodines
para distintas tareas, y otras fijas como el ordeñe y pastoreo de
las 120 cabras de que disponen. El trabajo en la quesería toca por
día, y un gran tablero en el comedor informa de la actividad que te
concierne ese día.
No me he tomado un
día libre desde que llegué, porque estoy sin vehículo, aquí las
dos o tres furgonetas se descacharran muy a menudo, aunque he tenido
que servir de conductor para llevar a gente a las cabras, a unos dos
kilómetros del complejo de casas que componen el cortijo, para
llevarles paja a los bichos para que estén confortables en sus
habitáculos, o para llevar a alguien hasta la gasolinera próxima,
donde esperan el autobús.
Pero en cuanto a paisaje, la región es hermosa, y la vista desde la terraza mejor. Aa lo lejos se observan las montañas nevadas de Sierra Nevada, y más cercanas, otra cordillera menor, cubierta de verde. Es una buena época la elegida para venir, y me ha gustado mucho.
Un lagarto atrapado por un ratito |
La gente es estupenda. Tenemos largas conversaciones, sobre todo en estructuras sociales y similres, dado que es una especie de comunidad en formación, que a través de una asociación intentan la autosuficiencia lo más total posible. Eso es justamente la utopía que persiguen, y se verá con el tiempo si funciona. De momento, se están agregando nuevos miembros, y en total hay unas siete u ocho personas fijas, más los voluntarios que pasamos por allí.
El tiempo transcurre sin que te des cuenta, ocupado entre cabras, queseria, huertos, casa, comidas y demás quehaceres diarios.
De aquí seguiré viaje a otro sitio que no tiene nada que ver. Aquí hay unas quince hectáreas, con cereales, olivos, animales, huertos, etc. El próximo será un curioso lugar de poco más de dos hectáreas, creo, donde Pablo, el propietario, quiere ser autosuficiente con un huerto, como autónomo, tarea que se me antoja muy difícil de conseguir así como así en estos tiempos.
Pero eso será material para otra historia....o no.
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