domingo, 4 de diciembre de 2016

De España a Portugal



Otro paso más en la avanzadilla.

Salgo de Mérida una mañana cualquiera. Me despido a la francesa, porque así como no encontré a nadie en Huerta Viva el domingo que llegué, así estaba de vacía la mañana que salí. Rafa, que era el único que andaba por allí, había salido cuando terminé de preparar mis bártulos. Esperé un rato, nadie aparecía y el tiempo se me echaba encima. Acostumbro a salir a primeras horas de la mañana, para evitar horas punta y mucho tráfico. Tengo que andar con cuidado en algunas carreteras. El motocarro es lento, comparado con los coches y camiones que me pasan zumbando.
Despedida a la francesa en Huerta Viva

Voy expectante, cuidando mucho los espejos retrovisores, para dar paso a algún acelerado que nunca falta, y quiere pasar a toda costa. Muchos no respetan señales, líneas continuas o cosas por el estilo. Y en ocasiones no puedo darles paso, aunque quisiera, porque no hay arcenes, o viene alguna rotonda, hay un ciclista que los de atrás no ven, pozos, curvas, todos esos incidentes que dificultan muchas veces el tránsito rodado.
Ni bien hay espacio, les dejo pasar. Allá con sus prisas, que yo tengo que ir a mi ritmo. Ritmo lento, sin duda, pero constante. De a poco voy cumpliendo kilómetros, me voy alejando de Mérida, no me he perdido, lo cual puede parecer inusual, pero el camino está bien marcado, el asfalto es excelente (lo ha sido desde que entré a Extremadura, más o menos), y allá voy.

Detrás queda la Huerta Tierra Viva, esas personas cuya amistad no alcancé a consolidar, algo que me ocurre a menudo. El tiempo de estadía como voluntario no alcanza . Aún así, me sigo washapeando con mucha gente de los lugares donde he estado, lo cual en este caso es un logro.
Extraño a mucha gente, porque cuando quieres acordar, te encuentras hablando de vidas respectivas, de acciones, de familia, y se va fomentando otro tipo de trato que no es el del propietario de la granja y el wwoofer.

RUMBO A PORTUGAL

Mi idea es llegar hasta Badajoz, apenas a seis kilómetros de la frontera. Quizás pase y siga la marcha, aunque no quiero desperdiciar la oportunidad de conocer un poco más esta región extremeña, que me ha gustado tanto. Su clima es muy bueno, las personas amables, el trato correcto y amistoso, y los paisajes...qué decir de sus paisajes !
Dehesas, pequeñas colinas , alguna montaña y un paso en lo alto que superó los dos mil metros. El  se  quejaba, pero cumplió como un león. Así que llego finalmente a Badajoz, después de alguna parada obligatoria para enfriar motores, me paseo por sus calles, hago noche allí y salgo de mañana temprano hacia la frontera. Al fin, después de un año y medio por el sur español, cambio de país.

Entro en Portugal. Ningún cambio apreciable, ni el la ruta ni en las costumbres, de momento. A ver qué me espera más adelante.

Me detengo en un bareto a tomarme un café con leche, y de paso comenzar a tener contacto con el idioma.
La casa de Rafa en Mérida, hecha con balas de paja
El  idioma portugués es cerrado, si lo comparamos con el que hablan en Brasil, por ejemplo, pero no diferente del que encontré en Cabo Verde, archipiélago africano que fuera una ex colonia portuguesa, y la que tuve oportunidad de conocer años atrás.
Aún más cerrado si, como acostumbran hacerlo , te hablan rápido. Pero el pueblo portugués es amable, sobre todo, y cuando ven tus dificultades idiomáticas te facilitan las cosas. Generalmente, tan cerca de la frontera, todo el mundo habla un poco de español , y cambian rápidamente para tu comodidad.
Algo que se echa en falta en muchos sitios, tales como Barcelona, donde si no quieren no te hablan nada más que en catalán, y allá tú con tus problemas para entender, seas forastero, extranjero, "guiri"  europeo o japonés... Me pasó recién llegado, y también en ocasiones en algunos sitios del archipiélago balear, aunque aquí llegué un poco más bragado, y luego pude no solo entenderlo, sino hablarlo.

EL CAFÉ CON LECHE

Total, que tomado el café con leche, más leche que café, pero no lo sabía, cada sitio tiene gustos diferentes. Aquí el café, es corto, fuerte, espeso... pero el café con leche otra cosa, si no especificas...total, que seguí mi viaje.
Con el café con leche tengo un problema de gusto particular.
Todo el mundo tiene preferencias, y no iba a ser menos. Que me gusta con más café que leche, en vaso, todo bien caliente. Dejé la sacarina para no aburrir al personal. Acepto el azúcar, y le pongo solamente un poco y ya está.
Pero ahora ya aprendí a pedirlo como quería, y aviso : Eu quero caféleite ben quente, y en cupa, si teins bondade “. Toma ya !. Estará mal escrito, pero creo que se entenderá- Primero aprender a “falhar” y después a escribirlo, si lo consigo.

De momento logro no quedarme atrás en las conversaciones, comprendo quizás la mitad de lo que dicen, pero creo que no me desenvuelvo mal. O quizás todos entiendan el español y no quieran avergonzarme corrigiendo. Existen sonidos vocales que el castellano no tiene, de modo que se complica la cosa. Unas eses arrastradas, un gorgoteo para la doble “rr”, me complican la existencia un poco. Ejemplo: “quente”, que escribí más arriba, en realidad se pronuncia “quenchi”, aunque no es así, sino una especie de "a" francesa, muy, muy suave, pegado a la primera “e”. Algo así como “caenchi”, aspirando la “a”.

Así están las cosas. Cada idioma tiene su particularidad, y siempre me preocupo de intentar cogerle el tranquillo a la cuestión sonora, a ese deje particular que tienen los idiomas. Y el portugués tiene como un elevamiento de las últimas sílabas. Oído, cocina!!.

POR TIERRAS PORTUGUESAS

Comienzo a desarrollar el periplo que tenía escrito en un papel. Viajo pendiente del tío Google por si tengo complicaciones. Sino, pregunto por el siguiente pueblo. Allí me detengo y pregunto por el siguiente, y así. 
Al principio preguntaba por el destino final, y así me iba. Me enviaban a cualquier parte, porque muchas veces la gente no conocía mucho más de dos o tres poblaciones más allá, y no sé si inventaban o intentaban completar el dato, de modo que muchas veces me encontraba recorriendo lugares que no estaban en mi itinerario. Ahora pregunto por el siguiente pueblo. Unos pocos kilómetros, lo tacho de la lista y al siguiente.
Preparando tierra para revocar la casa de Rafa
Las únicas carreteras bien marcadas suelen ser las autopistas, y como me están vedadas, ajo y agua.
Pero las carreteras nacionales portuguesas me resultaron cómodas, y así fui haciendo camino. Paso por Estremoz, y bajo para Évora, donde pensaba hacer noche.
Llegué tarde y pocos recuerdos tengo de la ciudad. Me quedé aparcado junto a la estación de Autobuses.

Cuando puedo, hago noche cerca de estaciones de ese tipo, de buses, de ferrocarril, centros comerciales, etc. Así dispongo de baño y de un sitio donde asearme, aunque aquí me costó 20 céntimos utilizar el WC. En Portugal, o al menos en muchos sitios públicos, existe una persona encargada de los baños, como ocurría hace años en España. Aquí modernizado, moneda en una ranura de la puerta, y franqueada la entrada. Pero mucha limpieza, agua abundante para asearme, lavarme los dientes, etc.
Dormí hasta tarde. El tiempo era bueno, aunque con nubes amenazado tormenta.

Me pilló el agua al otro día, cuando iba camino de Alcacer de Sal, mi nuevo destino. Había contactado con Zé, el propietario de la granja. Sabía que no estaban, andaban trabajando cerca de Badajoz, e incluso me dijo de hacer el viaje juntos. Pero cuando le expliqué que yo iba a 40/50 kilómetros la hora, con paradas intermedias, se enfrió el entusiasmo. Quedamos que alguien llamado “Yosep Lluis” (Así pronunciado), me recibiría
Tuve las últimas indicaciones, batallé con la lluvia como buenamente pude, y finalmente llegué.
Primero a Alcacer, luego al Valle de Guizo (pronúnciese “valguisho”, si se quiere hablar portugués), y de allí una carretera a Porches, una aldea que compone la Horta do Zé. En realidad la Heredade de Porches, una finca inmensa.
Creo que 92 hectáreas en total, unas 60 dedicadas a huertos varios, y otras cosas que me asustan.
Parte de Porches, donde se ubica la Horta do Zé
Porches resulta ser un conglomerado de casas, quizás una veintena, dispuesta en tres o cuatro filas.

Y yo gritando por allí, para ver si aparecía José Luis.

Tuve suerte. En una entrada se leía “Horta Do Zé “en un cartel de alcornoque, el árbol más típico del lugar, que se ve descascarado por todos lados, para aprovechar la corteza en corchos, aislamientos y cosas afines.
Y allí pegué el grito, y apareció José Luis (pronúnciese “yosep lluis” si faze favore). , pantalón impermeable, unos ta y tantos años, bigote incipiente, gorra desteñida por el sol, azada en la mano , abrigos, gafas, y una sonrisa en el rostro.
Bien. Estaba en casa. En mi casa temporal, y a esperar lo que venga.

Pero eso será parte de otra historia...o no.

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