Otro paso más en la
avanzadilla.
Salgo de Mérida una
mañana cualquiera. Me despido a la francesa, porque así como no
encontré a nadie en Huerta Viva el domingo que llegué, así estaba
de vacía la mañana que salí. Rafa, que era el único que andaba
por allí, había salido cuando terminé de preparar mis bártulos.
Esperé un rato, nadie aparecía y el tiempo se me echaba encima.
Acostumbro a salir a primeras horas de la mañana, para evitar horas
punta y mucho tráfico. Tengo que andar con cuidado en algunas
carreteras. El motocarro es lento, comparado con los coches y
camiones que me pasan zumbando.
Despedida a la francesa en Huerta Viva |
Voy expectante,
cuidando mucho los espejos retrovisores, para dar paso a algún
acelerado que nunca falta, y quiere pasar a toda costa. Muchos no
respetan señales, líneas continuas o cosas por el estilo. Y en
ocasiones no puedo darles paso, aunque quisiera, porque no hay
arcenes, o viene alguna rotonda, hay un ciclista que los de atrás no
ven, pozos, curvas, todos esos incidentes que dificultan muchas veces
el tránsito rodado.
Ni bien hay espacio,
les dejo pasar. Allá con sus prisas, que yo tengo que ir a mi ritmo.
Ritmo lento, sin duda, pero constante. De a poco voy cumpliendo
kilómetros, me voy alejando de Mérida, no me he perdido, lo cual
puede parecer inusual, pero el camino está bien marcado, el asfalto
es excelente (lo ha sido desde que entré a Extremadura, más o
menos), y allá voy.
Detrás queda la
Huerta Tierra Viva, esas personas cuya amistad no alcancé a
consolidar, algo que me ocurre a menudo. El tiempo de estadía como
voluntario no alcanza . Aún así, me sigo washapeando con mucha
gente de los lugares donde he estado, lo cual en este caso es un
logro.
Extraño a mucha
gente, porque cuando quieres acordar, te encuentras hablando de vidas
respectivas, de acciones, de familia, y se va fomentando otro tipo de
trato que no es el del propietario de la granja y el wwoofer.
RUMBO A PORTUGAL
Mi idea es llegar
hasta Badajoz, apenas a seis kilómetros de la frontera. Quizás pase
y siga la marcha, aunque no quiero desperdiciar la oportunidad de
conocer un poco más esta región extremeña, que me ha gustado
tanto. Su clima es muy bueno, las personas amables, el trato correcto
y amistoso, y los paisajes...qué decir de sus paisajes !
Dehesas, pequeñas
colinas , alguna montaña y un paso en lo alto que superó los dos
mil metros. El se quejaba, pero cumplió como un león. Así que llego
finalmente a Badajoz, después de alguna parada obligatoria para
enfriar motores, me paseo por sus calles, hago noche allí y salgo de
mañana temprano hacia la frontera. Al fin, después de un año y medio por el sur español, cambio de país.
Entro en Portugal.
Ningún cambio apreciable, ni el la ruta ni en las costumbres, de momento. A ver qué me espera más adelante.
Me
detengo en un bareto a tomarme un café con leche, y de paso comenzar
a tener contacto con el idioma.
La casa de Rafa en Mérida, hecha con balas de paja |
El idioma portugués es
cerrado, si lo comparamos con el que hablan en Brasil, por ejemplo,
pero no diferente del que encontré en Cabo Verde, archipiélago
africano que fuera una ex colonia portuguesa, y la que tuve oportunidad de
conocer años atrás.
Aún más cerrado
si, como acostumbran hacerlo , te hablan rápido. Pero el pueblo portugués es
amable, sobre todo, y cuando ven tus dificultades idiomáticas te
facilitan las cosas. Generalmente, tan cerca de la frontera, todo el
mundo habla un poco de español , y cambian rápidamente para tu comodidad.
Algo que se echa
en falta en muchos sitios, tales como Barcelona, donde si no quieren
no te hablan nada más que en catalán, y allá tú con tus problemas
para entender, seas forastero, extranjero, "guiri" europeo o japonés... Me pasó recién llegado, y también en ocasiones en
algunos sitios del archipiélago balear, aunque aquí llegué un poco
más bragado, y luego pude no solo entenderlo, sino hablarlo.
EL CAFÉ CON LECHE
Total, que tomado el
café con leche, más leche que café, pero no lo sabía, cada sitio tiene gustos diferentes. Aquí el café, es corto, fuerte, espeso... pero el café con leche otra cosa, si no especificas...total, que seguí mi
viaje.
Con el café con
leche tengo un problema de gusto particular.
Todo el mundo tiene
preferencias, y no iba a ser menos. Que me gusta con más café que
leche, en vaso, todo bien caliente. Dejé la sacarina para no aburrir
al personal. Acepto el azúcar, y le pongo solamente un poco y ya
está.
Pero ahora ya
aprendí a pedirlo como quería, y aviso : Eu quero caféleite ben
quente, y en cupa, si teins bondade “. Toma ya !. Estará mal
escrito, pero creo que se entenderá- Primero aprender a “falhar”
y después a escribirlo, si lo consigo.
De momento logro no
quedarme atrás en las conversaciones, comprendo quizás la mitad de
lo que dicen, pero creo que no me desenvuelvo mal. O quizás todos
entiendan el español y no quieran avergonzarme corrigiendo. Existen
sonidos vocales que el castellano no tiene, de modo que se complica
la cosa. Unas eses arrastradas, un gorgoteo para la doble “rr”,
me complican la existencia un poco. Ejemplo: “quente”, que escribí más
arriba, en realidad se pronuncia “quenchi”, aunque no es así,
sino una especie de "a" francesa, muy, muy suave, pegado a la primera
“e”. Algo así como “caenchi”, aspirando la “a”.
Así están las
cosas. Cada idioma tiene su particularidad, y siempre me preocupo de
intentar cogerle el tranquillo a la cuestión sonora, a ese deje
particular que tienen los idiomas. Y el portugués tiene como un
elevamiento de las últimas sílabas. Oído, cocina!!.
POR TIERRAS
PORTUGUESAS
Comienzo a
desarrollar el periplo que tenía escrito en un papel. Viajo
pendiente del tío Google por si tengo complicaciones. Sino, pregunto
por el siguiente pueblo. Allí me detengo y pregunto por el
siguiente, y así.
Al principio preguntaba por el destino final, y
así me iba. Me enviaban a cualquier parte, porque muchas veces la
gente no conocía mucho más de dos o tres poblaciones más allá, y
no sé si inventaban o intentaban completar el dato, de modo que
muchas veces me encontraba recorriendo lugares que no estaban en mi
itinerario. Ahora pregunto por el siguiente pueblo. Unos pocos
kilómetros, lo tacho de la lista y al siguiente.
Preparando tierra para revocar la casa de Rafa |
Las únicas
carreteras bien marcadas suelen ser las autopistas, y como me están
vedadas, ajo y agua.
Pero las carreteras
nacionales portuguesas me resultaron cómodas, y así fui haciendo
camino. Paso por Estremoz, y bajo para Évora, donde pensaba hacer
noche.
Llegué tarde y
pocos recuerdos tengo de la ciudad. Me quedé aparcado junto a la
estación de Autobuses.
Cuando puedo, hago
noche cerca de estaciones de ese tipo, de buses, de ferrocarril,
centros comerciales, etc. Así dispongo de baño y de un sitio donde
asearme, aunque aquí me costó 20 céntimos utilizar el WC. En
Portugal, o al menos en muchos sitios públicos, existe una persona
encargada de los baños, como ocurría hace años en España. Aquí
modernizado, moneda en una ranura de la puerta, y franqueada la
entrada. Pero mucha limpieza, agua abundante para asearme, lavarme
los dientes, etc.
Dormí hasta tarde.
El tiempo era bueno, aunque con nubes amenazado tormenta.
Me pilló el agua
al otro día, cuando iba camino de Alcacer de Sal, mi nuevo destino.
Había contactado con Zé, el propietario de la granja. Sabía que no
estaban, andaban trabajando cerca de Badajoz, e incluso me dijo de
hacer el viaje juntos. Pero cuando le expliqué que yo iba a 40/50
kilómetros la hora, con paradas intermedias, se enfrió el
entusiasmo. Quedamos que alguien llamado “Yosep Lluis” (Así
pronunciado), me recibiría
Tuve las últimas
indicaciones, batallé con la lluvia como buenamente pude, y
finalmente llegué.
Primero a Alcacer,
luego al Valle de Guizo (pronúnciese “valguisho”, si se quiere
hablar portugués), y de allí una carretera a Porches, una aldea que
compone la Horta do Zé. En realidad la Heredade de Porches, una
finca inmensa.
Creo que 92
hectáreas en total, unas 60 dedicadas a huertos varios, y otras
cosas que me asustan.
Parte de Porches, donde se ubica la Horta do Zé |
Porches resulta ser
un conglomerado de casas, quizás una veintena, dispuesta en tres o
cuatro filas.
Y yo gritando por
allí, para ver si aparecía José Luis.
Tuve suerte. En una entrada se leía “Horta Do Zé “en un cartel de alcornoque, el árbol más típico del lugar, que se ve descascarado por todos lados, para aprovechar la corteza en corchos, aislamientos y cosas afines.
Y allí pegué el
grito, y apareció José Luis (pronúnciese “yosep lluis” si faze
favore). , pantalón impermeable, unos ta y tantos años, bigote
incipiente, gorra desteñida por el sol, azada en la mano , abrigos,
gafas, y una sonrisa en el rostro.
Bien. Estaba en
casa. En mi casa temporal, y a esperar lo que venga.
Pero eso será parte
de otra historia...o no.
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