He pasado unos días
en la granja de una pareja de Alemanes, Wolfgang y Catherine. Está
ubicada en una región al final de Alentejo, tocando con el Agarve
portugués. Rodeado de bosques, un lugar ubicado en una especie de
pequeño valle, aunque pegado a la ladera de una montaña. Poco suelo
plano, todo es subir y bajar cuestas. Una docena de ovejas, que había
que cambiar de prado para pastar, y por la noche regresarlas al
establo, un par de huertas, de los dueños y de Nicolau, uno de sus
dos hijos. George, el otro, anda más ocupado con entrenamientos de
un equipo de fútbol, y para poco en su casa.
Wolfgang y George preparando destilación |
Wolfgang y
Catherine, como muchos extranjeros de más al norte, han elegido una
región más cálida para su retiro. Con una treintena de
gallinas,cuatro o cinco gatos por allí y dos perras que ayudan en su
trabajo de pastor de ovejas, se completa el cuadro de seres
vivientes...si no cuentas jabalíes, venados, zorros, comadrejas y
esas cosas, que siempre andan a la caza de alguna cosa verde o de
gallinas despistadas.
La estancia allí
estuvo muy salpimentada de pequeñas y grandes cosas que la hicieron
diferente, muy diferente, de otros lugares.
CAGAÍTO DE FRIO
Por empezar, el
frío. Yo venía huyendo hacia el sur de una ola de frío que se
aproximaba a la península ibérica, de modo que hice unos 120
kilómetros al sur, camino finalmente de la región del Algarve. Me
quedé de momento al final de Alentejo, casi tocando la otra región.
El tiempo habia sido bueno desde que salí de Horta do Zé y pensé,
iluso de mí, que continuaría así...frío y heladas por la noche,
calorcito y solecito por el día, elevando temperaturas.
Mais no . Por
empezar, al llegar me dijeron que no tenían cama. Yo confirmé via
email la fecha de llegada, de modo que salí confiado. Pero al llegar
me entero que Wolfgang recíen la noche anterior me contaba en una
respuesta que venía una pareja de canadienses por unos pocos días y
que solamente tenía dos camas...en la misma habitación. Tenía dos
opciones, o volverme a Horta de Zé por unos días...si me aceptaban,
otros 120 kms, hacia atrás, buscar una habitación o lo que fuera
para pasar esas noches...y estaba en medio del campo..o apechugar y
decirles que no importaba, que dormía en el motocarro.
Qué frío, hermano,
qué frío!!!
La ola polar que
venía llegó también allí...la primera noche, helada acusada,
bastante frío, se condensaba el calor dentro y me caían gotas de
agua del techo….pero pasó…
Al otro día, pedí
otra manta y me dieron un edredón...hermoso!!! Pasé las otras
noches más abrigado. Catherine entretanto me ofreció una bolsa de
agua caliente, que para las primeras horas de la noche era estupenda,
al menos para mantener caliente los pies. Las heladas se convirtieron
en escarcha, y amanecía con hermosos dibujos de hielo en el
interior...y el frío intenso consiguiente. Así hasta que se fueron
los canadienses.
Entretanto, llegaba
lo mejor….
COMIENZA “LA
DESTILA”
Así llamaba
Wolfgang a lo que me había motivado a ir allí...la destilación. No
sabía bien de qué, pero resultó ser de aguardiente de madroño,
fruta que se da mucho por estos lares. Tenía el propietario unos 500
kilos de frutas macerando, en un lugar que se podía denominar “la
destilería”, aunque adjunto a ella estaba una habitación, que era
donde dormía Wolfgang...no quise averiguar
interioridades...solamente esperé...y comenzó “la destila”. En
tanto la parejita de canadienses limpiaba el bosque, yo colaboraba
con la destilación, aprendiendo otra cosa más en este viaje.
De mañana
llevábamos la docena de ovejas al prado designado para comer, junto
a las perras “Puma” y “Urraka”, así, con “k”. Caminando
a su aire ovejuno,podías tardar media hora para hacer un par de
cientos de metros, o tener que correr con ellas por el bosque porque
se desmadraban, lo que ocurrió una mañana. De repente tranquilas,
de repente galopando hacia cualquier lado. A juntarlas y
reconducirlas.
Luego a encender el
fuego, traer leña, preparar la caldera de 130 litros, poner la
fruta, luego “la cabeza”, el lugar donde se producía la
condensación, que pasaba con 80/90 grados por una pila con agua
fría, y salía con unos 40/45 grados de temperatura para su envase
final. Claro, había que probarlo…
Traguito va y
traguito viene hasta que se decidía que estaba bien, que el alcohol
etílico se había evaporado, se medía la graduación, y a esperar
con un fuego justo durante unas cinco horas...de allí resultaban
luego unos 15 o más litros de aguardiente.
“MEDICHINALE”
Les conté que en
Italia, muchos años atrás, los habitantes de una pequeña población
cercana a Cortina D'Ampezzo, parientes de Mirta, entonces mi esposa,
tomaban mucho aguardiente de este tipo, al que añadían trocitos de
pino, hierbas, piñones, etc. Bebían de mañana como si tal cosa ,
algo a la que no estaba acostumbrado y me negaba, porque no me caía
bien...pero ellos insistían : “Ma no, si cuesto e medichinale”,
insistían.
Todo era o parecías
ser medicinal, seguramente por las frutas o las hierbas que
acompañaban al mejunje. De modo que les conté la anécdota de
Cavalese, y ellos la adoptaron. Catherine venía a media mañana a
por una copita de aguardiente “medichinale”, y claro, teníamos
que acompañarla.
No obstante eso,
aprendí muchas cosas sobre la destilación, mientras acarreaba leña,
lavaba trastos sucios, limpiaba caldera, cabeza y tuberías de
bronce, y a la vez también comenzaba a vaciar grandes botellas de
25 litros de vino tinto, ubicadas en una oscura habitación (“la
bodega”), poniéndolas luego en botellas de litro, a las que había
que taparlas con corcho y finalmente guardarlas en la bodega
debidamente identificada según el tipo de vino.
Este era un trabajo
un tanto automático, en un lugar solamente alimentado por una
lamparilla tipo “led” que no alumbraba nada, pero ya se sabe lo
que pasa cuando te manejas con placas solares, la luz siempre es
escasa. A Veces se me pasaba el vino, acabando en el suelo, al no
poder ver el nivel .
Finalmente acabamos
con los grandes toneles de fruta, y el aguardiente resultante se dejó
para que respirara, se estacionara un poco y luego a embotellar. Unos
60 litros o así de un licor excelente, muy sano y digestivo.
“Medichinale”.
HABLANDO UN POCO DE
MUNDIÑOL
Entretanto, la vida
en común era extraña y a la vez muy curiosa y divertida.
Los chicos
canadienses eran de la región de Quebec, que para quien no sabe son
más o menos separatistas como los catalanes en España.
Pascal hablaba
alemán, inglés y francés. Rosalie francés quebequense, lo que
significaba un francés medio enrevesado, y francés, también del
mismo sitio. Difícil de entenderla.
De todas maneras,
era dificultoso entender a la primera a cualquiera. Catherine hablaba
francés y alemán, mais un poquinho de portugueis, igual que
Wolfgang, que hablaba inglés o alemán, pero no francés.
Preparando para que salga el néctar de los dioses |
Yo chapurreo un poco
de todo, y estaba aprendiendo portugués. Pero también hablo el
catalán, que es muy parecido en muchas palabras al idioma de
Portugal. Más español, por supuesto, que no hablaba ninguno más.
Terminábamos
hablando una jerga que denominamos “Mundiñol”, idiomas del mundo
más español.
En ocasiones nos
encontrábamos charlando en dos o tres frases... parte en inglés,
francés, alemán, portugués, y creo que catalán, algo de italiano
y español.
Pero nos
entendíamos, nos corregíamos y sobre todo nos divertíamos mucho
con esa mezcolanza idiomática.
Fueron buenos días,
buenas noches con una copa de vino en la sobremesa, y cada uno
contando sus batallitas.
EL DIA ZERO A LA
HORA ZERO.
El último día que
estuve fue un desastre y a la vez fue hermoso.
Los chicos de Canadá
partieron rumbo a Sevilla, Madrid, Salamanca, Bilbao y Barcelona,
aproximadamente.
Quedamos los dos
hijos del matrimonio, Nicolau (“Nico”) y George. George se fue a
hacer sus cosas de fútbol, como entrenador, por lo que cogió el
coche y desapareció, posiblemente hacia Setúbal... y Nico estaba
pendiente de Sara, su mujer, que estaba en fecha para dar a luz.
Se suponía que me
iba, pero Wolfgang tiene “esa” puta enfermedad y le tenían que
dar tratamiento. El pronóstico no era muy favorable, y viajaba de
mañana, de madrugada casi, a 100 kilómetros para un control y
posiblemente nueva medicación, radio o quimio.
Salió casi de
madrugada, como tenía previsto, casi chocándose con Nico, que salía
con su mujer de parto, para Portimao, también a muchos kilómetros
de distancia. Quedó Catherina, que la noche anterior, trayendo dos
cubos de leña, resbaló y se fue de cabeza, con lo cual parecía una
oriental con los ojos hinchados y la cara hecha un mapa.
Y yo, que me ocupé
de las ovejas, luego fui a trasegar vino a botellas pequeñas, y así
pasó casi todo el día, hasta el regreso de Wolfgang con no muy
buenas noticias, y más medicación.
Whisky, la ovejita que nos seguía a todos lados |
Afortunadamente,
Sara dio a luz a un bebé de 3,300 kilos, con un parto excelente de
hora y media únicamente, Nico exultante por teléfono, de modo que
poco a poco Wolfgang fue saliendo de la apatía y el desánimo, para
saber que ambos se habían estrenado como abuelos. Que Alexandre era
una nueva maravilla habitando este mundo, y que todo estaba bien en
el universo.
Tuvimos que brindar
varias veces por ello, y luego llegó Nico, el orgulloso papá, de
modo que más aún con motivo sobrado para seguir con el excelente
vino tinto o blanco que fabrica Wolfgang.
PERO TODO LO BUENO
SE ACABA
Así como una tarde
se terminó la limpieza final de los cacharros de cobre de la
“destila”, y yo acabé de trasegar 90 litros de blanco y unos 150
de tinto, llegó el momento de despedirme, hacer las maletas y salir
de estampida a otro destino nuevo, “Covao do Sobral”, a unos 15
kilómetros hacia el sur. Vecinos, pero a la vez sigo bajando en
busca del calorcito.
Jens, el
propietario, me mandó un mapa vía Google, de modo que no me resultó
muy difícil conocer el lugar más o menos exacto. Que si me guío
por las indicaciones de kilometraje que me marcaba Google cuando
podía conectarme, aún estoy buscando.
Pero preguntando,
preguntando, se llega a Roma, y así fue como me planté después de
vueltas y revueltas, en un parque con varias viviendas. Tiempo
hermoso, lánguida tarde en el nuevo destino, sin nadie a la vista y
esperando para saber si efectivamente, ése era el lugar.
Pero esto será
motivo de otra historia….o no.
Me alegra saber que estás cumpliendo un sueño que me hubiera gustado descubrir, ¡suerte!
ResponderEliminarGracias, Carlos...la verdad es que no me puedo quejar...la experiencia es muy buena, o al menos a mí me lo parece...abrazos
Eliminar¡Que hermoso relato Ricardo, realmente viví cada momento, el pastoreo de las ovejas, el destilado, envasado del licor, el frrrrriiiiiioooo jajaja que pasaste, muy buen relator de historias, gracias Richi te quiero mucho amigo del alma. Dios tebendiga y siga protegiendo!
ResponderEliminarSoy Nora Carreño Ricardo Basabe jajajaj
ResponderEliminarComo estás, María Antonia ??? jajajaja!!! que bueno, Norita...sigo andando...la verdad es que me gusta mucho, en pocos días más harán dos años desde que salí de Palma...y sigo....un besito
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